Evidentemente, como adivinaréis por la fecha, está claro que este texto lo escribo desde Madrid, ya de vuelta. Y es que desde que salimos de El Calafate hasta hoy, no he tenido más tiempo que el suficiente para ilustrar algunas entradas que carecían de imágenes. ¿A qué se debe esta aparente falta de interés? ¿a la Desidia? ¿a la falta de Afán?¿al desánimo? ¿a la nostalgia? ¿al jet-lag, en el que hasta ahora creía yo menos que Rajoy y su primo en las ciencias de la Tierra? ¿Se debía a la DPV-depresión post vacacional-? ¿ a la rutina laboral? ¿a la recuperación de una ajetreada vida social? ¿a la familia? ¿a la sinusitis? ¿a las algias importadas del viaje y a las que ya llevaba puestas? ¿al calentemiento global?.... Pues supongo que a todo y a nada de eso. Pero vamos a aprovechar este momento de arrojo, este reagrupamiento de ánimos, para tratar de rematar el relato de nuestro periplo con los últimos acontecimientos desde que partimos de El Calafate.
El avión tuvo un retraso de hora y media -que esperamos pacientemente en el muy moderno pero pequeño aeropuerto del pueblito-. Yo, haciendo uso de mi habitual appeal con las azafatas de facturación, pedí que nos dieran unos buenos asientos, juntitos, en la parte anterior del avión (Son más cómodos, hay menos ruido, te atienden antes con el catering...). Así que, tras la larga espera para embarcar, pudimos disfrutar de asientos separados todos y yo en concreto, junto a Carmen, en la última fila, sin posibilidad de reclinarlo, comiéndome el de delante que sí se reclinaba sobre mí hasta la nariz, con un ruido infernal, sin ventanillas, justo al lado del motor y sin aire acondicionado.... Y es que es lo que yo digo: con educación, se consigue lo que se quiera. El avión procedía de Ushuaia y en la fila había un chaval de 18, Rodrigo, que amablemente no s hizo ver la suerte que teníamos. Al menos viajábamos en el día previsto: su avión original tenía un retraso "teórico" de 7 horas y había logrado la última plaza de éste suplicando, así que nos podíamos dar con un canto en los dientes con lo que teníamos.
El avión tuvo un retraso de hora y media -que esperamos pacientemente en el muy moderno pero pequeño aeropuerto del pueblito-. Yo, haciendo uso de mi habitual appeal con las azafatas de facturación, pedí que nos dieran unos buenos asientos, juntitos, en la parte anterior del avión (Son más cómodos, hay menos ruido, te atienden antes con el catering...). Así que, tras la larga espera para embarcar, pudimos disfrutar de asientos separados todos y yo en concreto, junto a Carmen, en la última fila, sin posibilidad de reclinarlo, comiéndome el de delante que sí se reclinaba sobre mí hasta la nariz, con un ruido infernal, sin ventanillas, justo al lado del motor y sin aire acondicionado.... Y es que es lo que yo digo: con educación, se consigue lo que se quiera. El avión procedía de Ushuaia y en la fila había un chaval de 18, Rodrigo, que amablemente no s hizo ver la suerte que teníamos. Al menos viajábamos en el día previsto: su avión original tenía un retraso "teórico" de 7 horas y había logrado la última plaza de éste suplicando, así que nos podíamos dar con un canto en los dientes con lo que teníamos.
Como no podía ser de otra manera, la buena de Carmen durmió a piernas sueltas ( bueno, más bien encogidas, que la chica es alta) todo el trayecto y yo me pasé el viaje de palique con Rodrigo ( que si el sistema educativo argentino es malo o bueno, que si la política es un quilombo, que si en Ushuaia se vive muy bien.... bueno, tres horas de conversación con un chaval que era lo contrario de las "chicas" de Iguazú: Aquellas eran profesoras de mediana edad, este era un estudiante joven, aquellas eran de la gran ciudad, este vivía en la región más remota del país..... Otro punto de vista muy diferente y muy interesante de nuevo. La verdad es que cualquier argentino tiene conversación. Y casi siempre aportan algo de interés. Rodrigo iba a una fiesta de quinceañera de una prima suya: la celebran en un hotel, con muchos invitados, con trajes elegantes. Es un gran día. El padre de la criatura baila un vals con la quinceañera y finalmente ésta reparte 15 rosas entre las 15 personas que considera más importantes en su vida. Luego viene el desparramo y las fiesta de verdad. También me contó que a los 18 años se hace otra gran fiesta, esta vez sólo de hombres, con mujeres " de cierta reputación". También me contó dónde estaban los "boliches bailables" (es decir, las discotecas, término español que les suena a gafas de espejo, pelo afro y traje blanco johntravoltesco) más salvajes de Argentina, en una población de la Pampa a donde van todos los que se "reciben" en el instituto.
El año que viene, este chaval irá a la universidad ni más ni menos que a unos 3700 kms. de su remota y querida Ushuaia. Para hacerse una idea: como si los estudiantes de Corral de Calatrava tuviesen que irse a estudiar la carrera a Oslo. Todo un cambio.
Terraza de nuestro hotel en BsAsLlegamos a Buenos Aires. Tras el largo vuelo tomamos posesión de nuestras limpias, trendy a la vez que espartanas –perdón, minimalistas- pero cómodas habitaciones del hotel Costa Rica, en Palermo SoHo, y acabamos el día en un bareto reggae del barrio. Hacia las 3 y media de la madrugada yo di por bien empleado el día. Estos se quedaron tomando y hablando de los derechos de la población indígena con la joven camarera, muy entusiasta y algo ingenua en sus postulados, según los primates.
El día 12, Viernes, era el “día de la raza”, festivo nacional en Argentina. Pero este año lo han pasado al lunes siguiente, para hacer un "fin de semana largo". Así que la ciudad estaba en plena ebullición. Fuimos en colectivo a La Boca. Bastante tarde, por cierto. El autobús recorrió toda la Avenida Santa Fe hasta 9 de Julio, luego Plaza de San Martín, Retiro, Paseo de Colón... para morir en el barrio de Boca, junto a la calle Caminito y cerca de “La Bombonera”, el estadio de Boca Juniors. Estaba todo bastante vacío. El día había amanecido lluvioso, gris. Los turistas que habitualmente inundan las pocas calles que conforman el núcleo turístico de Boca no se animaron a salir, según parece. Miel sobre hojuelas: vimos el barrio para nosotros solos. Fuimos a comer en taxi (dicen que es muy peligroso hacer ese corto recorrido a pie) al restaurante “El Obrero”: Un templo del casticismo, en un entorno portuario, fabril, industrial, de fábricas venidas a menos y talleres decimonónicos, que a pesar de su ubicación y siendo un local modesto, ha atraído a cientos de famosos, entre ellos a U2. El restaurante es bueno, evocador, auténtico, con solera y barato. Y sirven una pasta fresca casera que es de lo mejor que yo he probado en mucho tiempo. Unos espléndidos raviolis caseros, suaves y abundantes; unas rabas correctas y en copiosas raciones y unas láminas de crujiente batata frita que son una delicia. Por no hablar del panqueque con dulce de leche, el mejor de todo el viaje, que bien vale la condenación. Quien vaya a Buenos Aires no puede perdérselo. Supera su fama.
Terraza de nuestro hotel en BsAsLlegamos a Buenos Aires. Tras el largo vuelo tomamos posesión de nuestras limpias, trendy a la vez que espartanas –perdón, minimalistas- pero cómodas habitaciones del hotel Costa Rica, en Palermo SoHo, y acabamos el día en un bareto reggae del barrio. Hacia las 3 y media de la madrugada yo di por bien empleado el día. Estos se quedaron tomando y hablando de los derechos de la población indígena con la joven camarera, muy entusiasta y algo ingenua en sus postulados, según los primates.El día 12, Viernes, era el “día de la raza”, festivo nacional en Argentina. Pero este año lo han pasado al lunes siguiente, para hacer un "fin de semana largo". Así que la ciudad estaba en plena ebullición. Fuimos en colectivo a La Boca. Bastante tarde, por cierto. El autobús recorrió toda la Avenida Santa Fe hasta 9 de Julio, luego Plaza de San Martín, Retiro, Paseo de Colón... para morir en el barrio de Boca, junto a la calle Caminito y cerca de “La Bombonera”, el estadio de Boca Juniors. Estaba todo bastante vacío. El día había amanecido lluvioso, gris. Los turistas que habitualmente inundan las pocas calles que conforman el núcleo turístico de Boca no se animaron a salir, según parece. Miel sobre hojuelas: vimos el barrio para nosotros solos. Fuimos a comer en taxi (dicen que es muy peligroso hacer ese corto recorrido a pie) al restaurante “El Obrero”: Un templo del casticismo, en un entorno portuario, fabril, industrial, de fábricas venidas a menos y talleres decimonónicos, que a pesar de su ubicación y siendo un local modesto, ha atraído a cientos de famosos, entre ellos a U2. El restaurante es bueno, evocador, auténtico, con solera y barato. Y sirven una pasta fresca casera que es de lo mejor que yo he probado en mucho tiempo. Unos espléndidos raviolis caseros, suaves y abundantes; unas rabas correctas y en copiosas raciones y unas láminas de crujiente batata frita que son una delicia. Por no hablar del panqueque con dulce de leche, el mejor de todo el viaje, que bien vale la condenación. Quien vaya a Buenos Aires no puede perdérselo. Supera su fama.
Ahítos, con las vísceras llenas de tales manjares volvimos andando a Caminito, haciendo caso omiso de las agoreras predicciones de atraco ( ¿quién iba a pensar en la seguridad, si no teníamos riego sanguíneo en los cerebros, ya que el sistema digestivo requería el sistema circulatorio full task para procesar los raviolis y los panqueques?.
Yo recuerdo vagamente que pasamos por un curioso teatro vecinal, mil pintadas coloristas, puertas de mil colores, rincones decrépitos, paisaje industrial y un puerto lleno de basura y barcos moribundos, como nosotros.
Yo recuerdo vagamente que pasamos por un curioso teatro vecinal, mil pintadas coloristas, puertas de mil colores, rincones decrépitos, paisaje industrial y un puerto lleno de basura y barcos moribundos, como nosotros.
En BsAs hay dos tipos de casas "vecinales" o "corralas" tradicionales que se configuraron así para acoger a la inmigración italiana y española, fundamentalmente: Las "Casas Chorizo" ( como nuestro hotel) y los "Conventillos". En La Boca visitamos un "conventillo" reconvertido en "galería de artistas". También anduvimos por las cuatro calles alrededor de Caminito y cuando ya cerraban los sitios por la inminencia de un partido del Boca Juniors, nos marchamos al centro a ver librerías y finalmente asistir a una buena representación de "Muerte De Un Viajante", en el teatro Picasso del complejo Paseo La Plaza. La obra estaba protagonizada por Alfredo Alcón ("En la ciudad sin límites")y Diego Peretti ( "No sos vos, soy yo"). El complejo Paseo La Plaza es estupendo, con varios teatros, restaurantes, placitas, terrazas, calles, comercios... en una manzana de la calle Corrientes. Una especie de ciudad miniatura dentro de una cuadra que por fuera no hace adivinar su contenido.La obra es magistral, todo un clásico del siglo XX, las entradas muy buenas, los actores de lo mejor del país.... y el sueño, el sopor...inevitable. Al resto de primos les encantó la obra. Yo no pude emitir opinión. Al fin y al cabo, era la cuarta vez que la veía. Y solamente la pude ver a medias. Pero dormí bien y no ronqué. Incluso me esforcé en parecer atento e interesado mientras dormía, para no humillar a los actores. Me porté.
Y por último, el Sábado estuvimos d nuevo por el barrio de San Telmo. En su mercado, en la calle Defensa, viendo la casa mínima, la plaza Dorrego, comprando chucherías a los artesanos de la misma..Para acabar, nos fuimos a comer en uno de los mejores sitios de Buenos Aires: La Cabrera, en la calle Cabrera, esquina a Thames, en Palermo Soho. Unas raciones que no se las salta un caló. Buenísimo servicio, buena calidad y precios algo por encima de la media, pero no más allá de los 16 euros por comensal, con vinos, postres, cafés.... Luego, vuelta a la Plaza Cortázar (antes Serrano), donde había un ambiente de compras y cafés muy movido, con mucha modernidad andante. Vuelta al hotel, recogida de maletas y para el aeropuerto. En el aeropuerto, Dani se da cuenta que se ha dejado la cabeza ( literal: el teléfono y la agenda electrónica) en el hotel. Pues bien: desde el mismo nos gestionaron bien el enviarla en un taxi hasta el aeropuerto.
Y luego, ya se sabe: cola para facturar, cola para pasar control de seguridad, cola para control de pasaporte (donde nos pusieron nuestro 14º sello del viaje), compra de dulces en la duty free... y 12 horas de vuelo de vuelta, amenizados por Isabel, una feliz mujer de mediana edad, canario-argentina, que nos puso al día de su vida amorosa (finalmente feliz) , sus hjos y nietos, sus inversiones en tierras de Patagonia, sus remedios farmacológicos para soportar la clase turista y cómo plantarle cara a la vida con alegría, humor y coraje. Eso sí: Isabel se había tragado un altavoz de pequeña y se le ha quedado instalado de por vida. Hasta que se le acaben las pilas o se le caigan las calzonas.
LLEGADA A CIUDAD DE ORIGEN Y FIN DE NUESTROS SERVICIOS.
Y por último, el Sábado estuvimos d nuevo por el barrio de San Telmo. En su mercado, en la calle Defensa, viendo la casa mínima, la plaza Dorrego, comprando chucherías a los artesanos de la misma..Para acabar, nos fuimos a comer en uno de los mejores sitios de Buenos Aires: La Cabrera, en la calle Cabrera, esquina a Thames, en Palermo Soho. Unas raciones que no se las salta un caló. Buenísimo servicio, buena calidad y precios algo por encima de la media, pero no más allá de los 16 euros por comensal, con vinos, postres, cafés.... Luego, vuelta a la Plaza Cortázar (antes Serrano), donde había un ambiente de compras y cafés muy movido, con mucha modernidad andante. Vuelta al hotel, recogida de maletas y para el aeropuerto. En el aeropuerto, Dani se da cuenta que se ha dejado la cabeza ( literal: el teléfono y la agenda electrónica) en el hotel. Pues bien: desde el mismo nos gestionaron bien el enviarla en un taxi hasta el aeropuerto.
Y luego, ya se sabe: cola para facturar, cola para pasar control de seguridad, cola para control de pasaporte (donde nos pusieron nuestro 14º sello del viaje), compra de dulces en la duty free... y 12 horas de vuelo de vuelta, amenizados por Isabel, una feliz mujer de mediana edad, canario-argentina, que nos puso al día de su vida amorosa (finalmente feliz) , sus hjos y nietos, sus inversiones en tierras de Patagonia, sus remedios farmacológicos para soportar la clase turista y cómo plantarle cara a la vida con alegría, humor y coraje. Eso sí: Isabel se había tragado un altavoz de pequeña y se le ha quedado instalado de por vida. Hasta que se le acaben las pilas o se le caigan las calzonas.
LLEGADA A CIUDAD DE ORIGEN Y FIN DE NUESTROS SERVICIOS.
